Muchos deportistas jóvenes no llegan a desarrollar todo su potencial por la ausencia de una planificación adecuada de su progresión como deportistas y como personas. Esta falta de previsión provoca que veamos numerosos casos de jóvenes talentos que apuntaban un futuro prometedor y que abandonan prematuramente, no por falta de cualidades sino porque su entorno deportivo y/o familiar no ha sido capaz de proporcionarles la estabilidad necesaria, para poder afrontar adecuadamente cada etapa del proceso formativo necesario en el deporte infantil de competición.
Estos deportistas, aunque han llegado a estar entre los mejores entrenando día a día con seriedad y entrega, haciendo un gran esfuerzo físico y psicológico, compaginando con gran sacrificio el deporte y los estudios, renunciando a otras actividades gratificantes propias de su edad, para entrenar o competir, se ven abocados al abandono prematuro del deporte con el que tanto han disfrutado y aprendido, siendo la causa principal la continua exigencia desmesurada del entorno deportivo y/o familiar, centrada principalmente en objetivos de resultado a corto plazo, sin mayor planificación o visión de futuro que el aquí y el ahora, para que se mantengan entre los mejores de su categoría, sin tener en cuenta aspectos prioritarios tales como el adecuado aprendizaje de habilidades o la estabilidad emocional, que les permita tener un buen funcionamiento psicológico.
Este continuo y desmesurado nivel de exigencia por parte del entorno deportivo y/o familiar hace que finalmente los deportistas se sientan incapaces de manejar adecuadamente el estrés inherente a la competición, al recibir constantemente una evaluación centrada única y exclusivamente en los resultados alcanzados, que les impide desarrollar percepción de control para poder asimilar las victorias y derrotas de forma equilibrada y constructiva.
Todo esto, conlleva la realización de un constante sobreesfuerzo psicológico, que les hace experimentar emociones intensas y altos niveles de ansiedad, sintiéndose fracasados y culpables cuando los resultados no son los exigidos por ellos mismos o su entorno, dejando así de disfrutar, sufriendo excesivamente y siendo infelices realizando una actividad deportiva que antes les apasionaba.
Cada vez es más habitual que al terminar el partido o la competición, sean los padres, muchos de ellos por desconocimiento y falta de formación, quienes hacen la primera evaluación y valoración, no dando tiempo a que el deportista se recupere ni física ni emocionalmente y pueda ser él, desde su propia perspectiva, quien evalúe y reflexione sobre lo sucedido. Estos padres sustituyendo en muchas ocasiones la figura del entrenador, dicen a sus hijos todo lo que han hecho a su parecer mal o como deberían haber reaccionado, siendo excesivamente críticos, exigentes y sin dejar que sea el propio deportista el que piense, reflexione y busque la explicación sobre lo acontecido a lo largo del partido o la competición, dándole “las soluciones” que ellos bajo su criterio consideran adecuadas, en lugar de que sea el propio deportista el que llegue a ellas y las pueda compartir con su entrenador sin que estén contaminadas ni sesgadas.
Para evitar el abandono prematuro y traumático de los jóvenes talentos, se hace necesaria la formación y el trabajo directo con los padres y sus entrenadores, ya que la excesiva presión que pueden llegar a ejercer, a veces sin darse cuenta, resulta perjudicial e interfiere en el adecuado desarrollo de habilidades psicológicas por parte de los deportistas, poniéndolos en situación de vulnerabilidad psicológica, que en muchos de los casos tendrá efectos muy perjudiciales para su salud física y mental, propiciando que se produzcan desajustes graves que pueden llegar a tener serias consecuencias.
Por lo tanto, el objetivo prioritario de todos debe ser protegerlos, intentando que se fortalezcan psicológicamente y desarrollen la capacidad de autoevaluar objetivamente su rendimiento, en situaciones competitivas y no competitivas, ayudándoles a desarrollar recursos personales que contribuyan a compensar la enorme demanda psicológica, disminuyendo así vulnerabilidad y propiciando que sigan practicando un deporte que les apasiona.